La cruz de esta esquina nos pone otra vez el alma en los ojos, el ansia en la voz. Con miedo nos miramos pensando que tal vez aún está el rencor en uno de los dos. No es cierto, mi vida; no es cierto, mi amor, que tanto martirio por fin terminó, que ahora al encontrarnos de regreso, entre lágrimas y besos, volvemos del adiós.
¿Lloras? ¡Qué bien me haces con tu llanto! Tanto que ya me duele el corazón. No me hables de tu herida, no me nombres el pasado ni ese sueño destrozado con razón o sin razón. Yo también estuve herido y esperando inútilmente con los puños en la frente, siempre ausente y perseguido. ¿Lloras? ¡También yo sé lo que es estar los ojos llenos de sangre de tanto y tanto llorar!
La antigua vereda y el gran paredón, la esquina de siempre, la luz del andén... Recuerda cuántas noches se iba tu emoción detrás del humo azul que se llevaba el tren. No es cierto, mi alma; no es cierto, mi amor, que es linda la vida y sólo recién sabemos lo que vale todo eso, cuando vuelve, en el regreso, un beso y un ayer.