¿A dónde diablos habré metido yo los versos que tenía sin terminar, sobre mi mesa todavía aunque no fueran más de cinco o seis vocablos? ¿A dónde diablos?.
¡Es culpa mía! aunque haya muchos para hablar del mismo tema eran los justos moradores del poema que para ti voy escribiendo cada día, ¡Es culpa mía!.
Se han extraviado quizás al ver que eran metáforas en celo fue su sonrisa golondrina en pleno vuelo que sigilosa mis apuntes se ha llevado.
¿Qué diablos digo? si solamente con abrir una ventana y ver el sol que en tus cabellos se derrama regresan prontos del olvido mis olvidos, ¿qué diablos digo?.
Para nombrarte prefiero usar el corazón al diccionario porque de siempre es el que lleva el inventario de tantas cosas con que suelo compararte para nombrarte.
Sencillamente te llamo luna, cascabel o caracola y ya me tienes en la cresta de la ola buscándote por los espacios transparentes.
Pero..., ¡qué diablos! si eres la vela que me empuja a mar abierto eres el debe y el haber de mis aciertos eres la exacta dimensión de mis retablos, pero..., ¡qué diablos!.
A la deriva si no pudiera refugiarme en tu mirada navegaría mi razón incontrolada a la deriva, sin timón, a la deriva.
Sería un milagro si yo encontrara aquellos versos que tenía, sin terminar sobre mi mesa todavía. ¿A dónde diablos estarán?, ¿a dónde diablos?.