Tal vez, por ser afortunado en el querer no he sido desconfiao pa’ la mujer siempre supe entreverarme sin complicarme y al fin largué. La fui de mozo vivo y rompedor mientras duró el jueguito ligador, pero la última fulana me adelantó el reloj.
La vi pasar y me enredé en la armonía de su andar ¡Qué monumento al churro aquel! ¡Qué calidad! Nunca creí, ¡pobre de mí! que esa fulana fuera mi fin.
Cuando mi orgullo de varón entró el en juego de plantones y de ruegos que ella lo esquivaba así. ¡Que no puedo! ¡Que quién sabe! ¡Que esta noche! ¡Que mañana! La cuestión que la fulana, me dio el dulce y lo mordí.
Ya ven que aquel mocito taura y rompedor hoy es un convencido jugador bien calladito y conforme con su uniforme de changador, la pinta es puro grupo y nada más, hay que vivir en serio y trabajar, y buscar a la fulana que a uno lo haga cambiar.