Se fue de noche, con la luz de los faroles, dejando abierta la puerta del zaguán: allí se iba el amor de mis amores, y por esa puerta entrarían los demás.
La yerba al sol tiene un misterio que encandila, cuando no hay nada en la mesa que probar. Si te robaron la ropa limpia en la terraza, ¡pensá que hay otro gil! que, como vos, la pasa mal.
No hay otra hombría que el zapato bien calzado, que la raya en el costado y la flor en el ojal... Yo no riego las macetas, yo no miro las estrellas, esas cosas son de ellas... ¡que sé yo por qué lo harán!
A mí me gusta el tren de la mañana, cuando lanza el pito de la seis pa' laburar, me pongo el traje de los sueños en la cama, doy media vuelta y ¡chau, no existo más!
No hay cobardía más indigna que la suerte, yo prefiero que la muerte, pague todo el funeral. Yo no beso las mejillas, ni me raspo las rodillas con promesas, caminando con los otros a Luján.
La Biblia dice que es mejor andar en yunta que arrebatarle el vestido a la soledad, pero si el otro está más solo que tu sombra, ser el piso, o ser la alfombra, ¡para el pie, lo mismo da!...
Yo no tengo más escuela que la vuelta que hace el día cuando quiere anochecer; a mí me gustan las cosas que se pierden, los perros cuando muerden, la aguja en el pajar...