No queda nada de esta sombra que se inclina, de la noche que camina; apenas luces que no alcanzan para verte, que no me dejan sentir si esto es morir.
No queda nada de la luna que me diste, de la jaula con alpiste, donde te pude cantar, perdida en esta soledad, sin otros ojos que el alcohol...
Dónde se esconde la luz, que me dejaba verte ir y entrar de nuevo en el umbral de mi zaguán... la primavera.
Tal vez el aire de tu voz me dio lo que fue mío. Mirá qué fácil es perderse en un capítulo del alma cuando escribe esa memoria, que nació para olvidar.
Yo no puedo resignanne a vivir sin este amor... Lo que queda es una sombra, que me parte el corazón.