Yo tuve verdulería en el barrio de Montserrat; las mujeres contaban sus vidas, y yo escuchaba pa'no defraudar. Allí guardé las histonas más bellas que el adoquín les robó a las estrellas:
la que enviudó, de un marido cobarde, que nunca supo mostrarle la tarde. El vigilante, que afanaba de noche, pa'que de día lo vieran en coche. La que aplicaba muy bien inyecciones y hacía doler con sus ojos marrones.
¡Ajo, perejil, verdurita! Y el almanaque de Firestone... la fábrica de los bulones dándote esquina en la cita.
Yo tuve verdulería en el barrio de Montserrat; las mujeres, abrían la memoria de las plazas de la capital. Allí guardé las historias más bellas que el adoquín les robó a las estrellas:
había una monja que odiaba el convento y juntaba partes perdidas del viento. El uruguayo que inventó un catalejo, para mirar a su patria de lejos. El que afilaba cuchillos de lata, y se mató, con la daga de plata.
¡Ajo, perejil, verdurita! Y el almanaque de Firestone... esquina y balcón con malvones y tus ojos negros llegando a la cita.