Aquí estoy otra vez. Ya he venido, desafiando el rigor de la suerte, a buscar o la vida o la muerte en los barrios de mi perdición. Mas no sé al corazón qué le pasa, que la música aumenta su pena y, al compás de este tango que suena, se estira y encoge como un bandoneón.
Los vientos contrarios torcieron mi rumbo y solo en el mundo me eché a caminar. Pensaba olvidarla, mas todo fue inútil... ¡No olvidan los criollos que saben amar! ¡Bien haya el destino si, después de tanto rodar por los campos, la vuelvo a encontrar!
Ni una sombra soy ya del que ha sido respetao en el bajo malevo y estas pilchas gastadas que llevo van pintando mi cruel situación; pero siento vibrar todavía, bajo el pecho que esconde el ropaje, esta voz que es la voz del coraje, abierta y profunda como una canción.
No lanzo mi reto ni busco pendencia, que ya la prudencia me entró a apaciguar, y quiero de nuevo dormir en mi barrio las noches tranquilas de la libertad... Pero sí hay quien pite mordiendo el cigarro, con Julián Navarro se puede encontrar.