¡Salud! mi arroyo del Maldonado, mi viejo amigo del arrabal. Hoy que estoy triste vengo a tu lado para cantarte todo mi mal. Desde cachorro jugué en tus aguas y fue en tu barrio que yo me crié, y me perdieron unas enaguas del mismo barro en que me amasé.
Siguiendo sólo mi metedura, sin pena alguna te abandoné y enceguecido por su hermosura por darle lujo hasta robé. Como en el tiempo de mi condena jamás la ingrata me vino a ver, en tus orillas, como alma en pena, busco el olvido de esa mujer.
Vos, que en silencio fuiste testigo de mil tragedias de odio y amor, decime dónde, mi viejo amigo, se halla la causa de mi dolor. Decime, arroyo, porque este carro de mi existencia me ha hecho saber, que aquel que un día dejó tu barro tarde o temprano te viene a ver.