Mañana juega, compré un billete, mañana juega Lotería Nacional y el pobre viejo, que es manco y rengo, sigue vendiendo la suerte a los demás. Mañana juega, tengo el sesenta, sigue gritando agobiado por su mal. Hace veinte años jugó su suerte en la ruleta de un amor fatal.
Y el amor es como el juego, siempre lleno de esperanzas, siempre buscando el desquite, siempre metiéndose más. Siempre lleno de ilusión y gastando hasta la ultima chirola, ¡dejando en la ruleta de la vida el corazón!