Suena, tango quejumbroso, compadrón y callejero, como suena en la tristeza mi abatido corazón. Y si ves a mi querida no le digas que la quiero, porque ya me da vergüenza de pensar en su traición. Suena, tango, y si con otra ves que bailo a tu sonido, no le digas que me oíste tu rezongo acompañar. Yo no quiero que ella sepa las angustias que he sufrido, y que desde aquella tarde no hago más que sollozar.
¡Tango!... Melancólico testigo y el único amigo de mi soledad. ¡Tango!... En las vueltas del destino quizá en mi camino la vuelva a encontrar.
Pero entonces, sin rencores ni deseos de venganza, mi perdón le dará abrigo y el lamento musical de este tango hecho jirones, de dolor y de esperanza, será el grito que la acuse de haberme hecho tanto mal. Suena, tango quejumbroso, compadrón y callejero, como suena en la tristeza mi abatido corazón. Y si ves a mi querida, no le digas que la quiero, porque ya me da vergüenza de pensar en su traición.