Sus ojos se cerraron... y el mundo sigue andando, su boca que era mĂa ya no me besa más, se apagaron los ecos de su reĂr sonoro y es cruel este silencio que me hace tanto mal. Fue mĂa la piadosa dulzura de sus manos que dieron a mis penas caricias de bondad, y ahora que la evoco hundido en mi quebranto, las lágrimas pensadas se niegan a brotar, y no tengo el consuelo de poder llorar.
Como perros de presa las penas traicioneras celando mi cariño galopaban detrás, y escondida en las aguas de su mirada buena la suerte agazapada marcaba su compás. En vano yo alentaba febril una esperanza. ClavĂł en i carne viva sus garras el dolor; y mientras en las calles en loca algarabĂa el carnaval del mundo gozaba y se reĂa, burlándose el destino me robĂł su amor.