Escucha, mujer hermosa, De mi guitarra las quejas Que se enredan en tus rejas, Como madreselva en flor. Mañana, cuando despiertes, Levántate a recogerlas, Que son cascadas de perlas Del manantial de mi amor.
Quisiera en mis cantares Brindarte el alma mía, Mi corazón ardiente, Mi vida y mi ilusión. Y entre las notas tristes De mi melancolía Desparramar suspiros De santa adoración.
Las brisas de la tarde Mitigan mi quebranto, Escucha mi plegaria, Ten compasión de mí. Que mientras tu dormitas Yo riego con mi llanto Las cuerdas de mi lira Que vibran para ti.
Al despedirme, hada blanca, Pongo al pie de tu ventana Mi trova, la más galana, Empapada de arrebol. En ella te doy el alma, Mi cariño más ferviente Que caerá sobre tu frente Como una lluvia de sol.