El alto vuelo sigo con mis manos: honor del cielo, el pájaro atraviesa la transparencia, sin manchar el día.
Cruza el oeste palpitando y sube por cada grada hasta el desnudo azul todo el cielo es su torre y limpia el mundo con su movimiento.
Aunque el ave violenta busque sangre en la rosa del espacio aquí está su estructura: flecha y flor es el pájaro en su vuelo y en la luz se reúnen sus alas con el aire y la pureza.
¡Oh plumas destinadas no al árbol, ni a la hierba, ni al combate, ni a la atroz superficie, ni al taller sudoroso, sino a la dirección y a la conquista de un fruto transparente!
El baile de la altura con los trajes nevados de la gaviota, del petrel, celebro, como si yo estuviera perpetuamente entre los invitados: tomo parte en la velocidad y en el reposo, en la pausa y la prisa de la nieve.
Y lo que vuela en mí se manifiesta en la ecuación errante de sus alas.
¡Oh viento junto al férreo vuelo del cóndor negro, por la bruma! Silbante viento que traspuso el héroe y su degolladora cimitarra: tú guardas el contacto del duro vuelo como una armadura y en el cielo repites su amenaza hasta que todo vuelve a ser azul.
Vuelo de la saeta que es la misión de cada golondrina, vuelo del ruiseñor con su sonata y de la cacatúa y su atavío!
Vuelan en un cristal los colibríes conmoviendo esmeraldas encendidas y la perdiz sacude el alma verde de la menta volando en el rocío.
Yo que aprendí a volar, con cada vuelo de profesores puros en el bosque, en el mar, en las quebradas, de espaldas en la arena o en los sueños. me quedé aquí, amarrado a las raíces, a la madre magnética, a la tierra, mintiéndome a mí mismo y volando solo dentro de mí, solo y a oscuras.
Muere la planta y otra vez se entierra, vuelven los pies del hombre al territorio, sólo las alas huyen de la muerte.
El mundo es una esfera de cristal, el hombre anda perdido si no vuela no puede comprender la transparencia.
Por eso yo profeso la claridad que nunca se detuvo y aprendí de las aves la sedienta esperanza, la certidumbre y la verdad del vuelo.