Un niño se interroga sobre la obscenidad y él mismo me propone si puedo contestar. Un adulto le ha dicho que obscena es la mujer que se entrega al amor, libre en su desnudez.
Y le propongo al niño otra interpretación para sus cortos años, que el adulto le dio del mundo en que vivimos, tremenda obscenidad, que me perdone el niño de nuestra sociedad.
Obscena es la cadencia de la guerra infernal, obscenos esos muertos, obsceno el General, obsceno el vaticano cuando viene a opinar si la mujer violada debe o no abortar.
Obscena es la influencia de la televisión, la moral que nos propone la manipulación. Obscena es la ambición del político venal que trafica relaciones vendiendo libertad.
La violencia y la droga, el hospital sin doctor en Sudáfrica, en Chile, en París, en Cantón. Obscena es la imagen de quien se levantó para buscar trabajo y jamás encontró.
La especulación obscena, el narco blanqueador, paraísos fiscales, obsceno explotador.
El niño abrió los ojos, no sé si me entendió. Yo sé que vi una lágrima que la tierra tragó. Tal vez fue de alegría, porque el niño creció con la mujer desnuda al amor se entregó.