Me gusta, de vez en cuando, perderme en un bordoneo, porque bordoneando veo, que ni yo mismo me mando.
Las cuerdas van ordenando, los rumbos del pensamiento, y en el trotecito lento de una milonga campera, va saliendo campo ajuera, lo mejor del sentimiento.
Siempre bajito he cantao, porque gritando no me hallo. Grito al montar a caballo, si en la caña me he bandeao.
Pero tratando un versiao, ande se cuenten quebrantos, apenas mi voz levanto para cantar despacito. Que el que se larga a los gritos, no escucha su propio canto.
[ Si la muerte traicionera, me acogota a su palenque, háganme con dos rebenques, la cruz pa’ mi cabecera. Si muero en mi madriguera, mirando los horizontes, no quiero cruces ni aprontes, ni encargos para el Eterno. Tal vez pasando el invierno, me de sus flores el monte. ]
Toda la noche he cantau, con el alma estremecida, que el canto es la abierta herida, de un sentimiento sagrau. A naides tengo a mi lau, porque no busco piedad. Desprecio la caridad, por la vergüenza que encierra. Soy como el lión de las sierras: ¡ vivo y muero en soledad ¡.