Vosotros, todos vosotros, toda esa carne que en la calle se apila, sois para mi alimento, todos esos ojos cubiertos de legañas, como de quien no acaba jamás de despertar, como mirando sin ver o bien sólo por sed de la absurda sanción de otra mirada, todos vosotros sois para mi alimento, y el espanto profundo de tener como espejo único esos ojos de vidrio, esa niebla en que se cruzan los muertos, ese es el precio que pago por mis alimentos