Lo malo que tiene el pasado, es que nunca lo puedes negar.
Tranquilo entre rastafaris y hablando suajili muy raro, con mi amigo el americano, abogado recíen graduado. Su madre le tiene prohibido viajar a cierto lugares; no te montes en los autocares de negril hasta montego.
En el taxi de un jamaicano con mucho miedo nos montamos, se fumaba un cigarro muy largo, los ojos rojos, y casi cerrados. Por la izquierda de la carretera, por llamarla de alguna manera, las cabras, palmeras y perros se ríen de los extranjeros.
Y en aquel hotel jamaicano las mujeres van con marido, los maridos se quedan mirando como juegan a lo prohibido. Y en aquel hotel jamaicano hay desfile de togas y ramos, hay detalles de lujo romano, hay señoras, señores, que visten disfraces, que sufren deslices que no dejan cicatrices.
Al mítico hotel hedonismo, con trajes de gala llegamos, las señoras no tienen vestido tienen toga y laureles en ramo. Ciertas cosas no están en los libros ni en folletos que venden pasión, hay sujetos que no se han descrito ni siquiera en la imaginación.
Y en aquel hotel jamaicano las mujeres van con marido, los maridos se quedan mirando como juegan a lo prohibido. Y en aquel hotel jamaicano hay desfile de togas y ramos, hay detalles de lujo romano, hay señoras, señores, que visten disfraces, que sufren deslices que no dejan cicatrices.
Los labios, las mentes piensan igual; se mezclan los placeres de hombres y de mujeres. Las pieles, las manos de dejan llevar.
Y en aquel hotel jamaicano las mujeres van con marido, los maridos se quedan mirando como juegan a lo prohibido. Y en aquel hotel jamaicano hay desfile de togas y ramos, hay detalles de lujo romano, hay señoras, señores, que visten disfraces, que sufren deslices que no dejan cicatrices.