A mí me llaman El Caprichoso, porque en el tango no hay quien me iguale. Bailo con cortes y con quebradas, de una manera muy personal. En los salones de Buenos Aires, siempre mi fama dejé sentada y a más de uno con su parada, con boca abierta los sé dejar.
Cuando suena un tango criollo bien canyengue y compadrón, embargado de entusiasmo se me aprieta el corazón. Salgo a bailar como un trompo y siento estar en la gloria, bailando de esta manera. ¡No hay miedo! de pasar un papelón.
Tengo p’al tango una compañera, que causa envidia por los salones, cuando la tomo de la cintura, que vueltas lindas que le hago dar. Cuando bailamos, nos abren cancha. Nos gritan todos: ¡Qué yunta brava! Porque en el tango nunca se ha visto, una pareja que baile igual.
En los bailes del Victoria, Argentino y otros más, me llaman El Caprichoso, por mi forma de bailar... Soy el porteño más guapo, que conquistó corazones y en las antiguas reuniones yo supe, imponer mi calidad.