Era un gallardo joven trovero y prisionero de un brujo amor. Y era una moza de negros ojos y labios frescos y rojos como del seibo la flor.
Eran dos almas en una que se unieron al calor de un beso que espió la luna en una noche de amor. Él cantaba en su ventana sus sueños de trovador, que ella premiaba galana con un beso y una flor.
Pero una noche, noche de plata, su serenata eco no halló. Por ver si estaba subió a la reja y herido lanzó una queja que en la noche se perdió.
La vio a su dueña dormida, para nunca despertar. Toda de blanco vestida como una novia en su altar. Sintió clavada la garra del dolor que lo cegó, besó a su vieja guitarra y por su amor se mató.