Una mañana fría te vi por vez primera por la desierta calle, rozando la pared, eomo si el viento helado que barría la acera te acelerara el paso, camino del taller.
Y en el fondo grisáceo de aquel día de hielo ponían una gota de ironía mordaz, el sol de tus cabellos, tus pupilas de cielo y el cuerpito aterido que envolvía el percal.
Había en tus pasitos taconeo de tango y frufruces de seda en tu marcha sensual, pero tu personita claudicaba en el fango bajo el fardo de ropas que nunca te pondrás.
Y marcha así, hoja de amor que lleva el turbión rumbo al taller.
¡Pobre costurerita! Ayer cuando pasaste envuelta en una racha de tos seca y tenaz, como una hoja al viento, la impresión me dejaste de que aquella tu marcha no se acaba más.
Caminito al conchabo, caminito a la muerte, bajo el fardo de ropas que llevás a coser, quién sabe si otro día quizá pueda verte, pobre costurerita, camino del taller.
Por eso son tan tristes todas las ilusiones, y por eso en las locas noches del arrabal parece que se quejan los roncos bandoneones y cada tango es una canción sentimental.