¡Vida!... Pobre vida que se va, se va... Sueño de un empeño que en tu luz quemé cuando ataba en el montón de mi pobreza la riqueza de un querer.
Yo también fui joven, y hace tanto ya tuve la ternura con que la abrigué y ella amaba el reino mero del dinero, del dinero que yo le negué.
¡Dinero, dinero, dinero! Metal sin corazón no compra lo que quiero. Me niega la entrega de un solo acento leal de amor igual...
¡Dinero, dinero, dinero! Volcando en este arcón su canto pasajero. Maldito como el grito de desprecio de quien tuvo, por tu precio, que vender su corazón.
Hoy que estoy rodeado de oropel, no está, y ella -sin tenerte- tras tu voz partió. Es la amarga paradoja que me arroja la congoja del error.
Quién me diera un día del sencillo ayer, nada en el bolsillo y el cariño a pie. Arrimado al tibio raso de su paso... de su paso, amor, que se me fue...