El cierzo helado te arrincona en la ventana. Zurciendo sueños la poltrona te adormece, y me parece que tu gris cabeza cana, tras el agua casquivana luce ufana un pañolón. Estás soñando, ¡tan lejana!, en tu rincón, con cosas del amor y del ayer, y por la calle que nos llama mansamente, vuelvo a verte nuevamente, porque ¿ves?, volvió a llover...
¡Volvió a llover!... Volvió a llover sobre el borrón del gris atardecer... Volvió a llover y sin querer pasó, fugaz, la voz de una canción de Montparnasse.
Cosas que regresan y me besan, vientos que atan y desatan los recuerdos con que pesan, los olvidos con que matan...
Volvió a llover, y en el cristal sentimental del corazón, volvió a llover...
Tu luz llenaba mis inviernos de estudiante y en besos tiernos mis cuadernos borroneaba, porque te amaba, y en la mísera buhardilla fue tu amor la maravilla de una copa de champán. Tranquila zurces como antaño en el desván, tan frágil y tan linda, y tan mujer, porque esta tarde larga y triste que te evoca, por la amarga calle loca del ayer, volvió a llover...