En la timba de la vida me planté con siete y medio, siendo la única parada de la vida que acerté. Yo ya estaba en la pendiente de la ruina, sin remedio, pero un día dije planto y ese día me planté.
Yo dejé la barra rea de la eterna caravana, me aparté de la milonga y su rante berretín; con lo triste de mis noches hice una hermosa mañana: cementerio de mi vida convertido en un jardín.
Garsonier, carreras, timbas, copetines de vicioso y cariños pasajeros... Besos falsos de mujer... Todo enterré en el olvido del pasado bullicioso por el cariño más santo que un hombre pueda tener.
Hoy, ya vés, estoy tranquilo... Por eso es que, buenamente, te suplico que no vengas a turbar mi dulce paz; que me dejes con mi madre, que a su lado, santamente, edificaré otra vida, ya que me siento capaz.
Te suplico que me dejes, tengo miedo de encontrarte, porque hay algo en mi existencia que no te puede olvidar... Tengo miedo de tus ojos, tengo miedo de besarte, tengo miedo de quererte y de volver a empezar.
Sé buenita... No me busques... Apartate de mi senda... Tal vez en otro cariño encontrés tu redención... Vos sabés que yo no quiero que mi chamuyo te ofenda... ¡Es que tengo mucho miedo que me falle el corazón!