Soy el que no tiene voz, soy el que no tiene Dios, soy el que no tiene miedo a la propia muerte. Soy el que no puede más, soy el que no tiene más, sólo un puñado de gente con la misma suerte.
Y la mĂşsica brotĂł a pesar de todo, como un jardĂn crecĂa en el medio de las ruinas. Su flor irradiaba la leve esperanza de saber que en vano nada suele pasar.
La sangre que hace rato llegĂł al rĂo, un rĂo que sabĂa encauzarse en energĂa. La de hermano y amigo, de la mano caliente, la del coro entonado por toda mi gente.