Una indita muy chula, tenĂa su anafre en la banqueta, su comal negro y limpio, freĂa tamales en la manteca y gorditas de masa, piloncillo y canela, al salir de mi casa compraba un quinto para la escuela.
Por la tarde a las calles, sacaban mesas limpias, viejitas, nos vendĂan sus natillas, arroz de leche en sus cazuelitas; rica capirotada, tejocotes en miel y en la noche un atole tan champurrado que ya no hay de el.
Empedradas sus calles eran tranquilas, bellas y quietas los pregones rasgaban el aire limpio, vendĂan cubetas, tierra pa'las macetas, la melcocha, la miel, chichicuilotes vivos, mezcal en penca y el aguamiel.
Al pasar los soldados salĂa la gente a mirar inquieta, hasta el tren de mulitas se detenĂa oyendo la trompeta. Las calandrias paraban, sĂłlo el viejito fiel que vendĂa azucarillos improvisaba el verso aquel: "Azucarillos de a medio y de a real, para los niños qui queran mercar..."