Ya están aquí los fantasmas, siempre los mismos fantasmas, con sus montajes fantasmas, ¡vaya un tostón!
Hay dos tipos de fantasmas que pululan orgullosos de su condición; uno es el que tiene padre rico, herencia, fincas y una novia rebombón; otro es el teórico-archivista-geniecillo-culterano de salón; y también existen otros tipos de fantasmas, tal vez un montón o dos.
El primero corre con el Porsche, caza, farda y tiene en Suiza un fortunón. Tiene un tío en el Gobierno, escudo de armas (no da golpe) y fina educación; siempre tiene un cocktail, una boda y una cena, qué tremendo problemón; se viste de play-boy, dice ciao y, "camarero, sírveme otro bourbon".
El segundo es plurimarginado, está de adorno en una mesa de algún pub; es un erudito, está en el ajo de las cosas, y en el quid de la cuestión; va de arte y ensayo con cronómetro, cuaderno y fila quinta por favor; todos son unos vendidos, menos él, que es puro y mártir de la incomprensión.
Y todos somos fantasmas, no hay quien no sea un fantasma, y el que no lo reconozca, ...no lo será.