Esta ciudad está embrujada, sin saber... por el hechizo cautivante de volver. No sé si para bien, no sé si para mal, volver tiene la magia de un ritual. Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser... ¡Me reconozco en la costumbre de volver! A reencontrarme en mí, a valorar después, las cosas que perdí... ¡La vida que se fue!
Llegué y casi estoy, a punto de partir... Sintiendo que me voy, y no me quiero ir. Doblé la esquina de mi misma, para comprender, ¡que nadie escapa al fatalismo de su propio ser! Y estoy pisando las baldosas, ¡floreciéndome las rosas por volver...!
Esta ciudad no se si existe, si es así... ¡O algún poeta la ha inventado para mí! Es como una mujer, profética y fatal ¡pidiendo el sacrificio hasta el final! Pero también tiene otra voz, tiene otra piel; y el gesto abierto de la mesa de café... El sentimiento en flor, la mano fraternal y el rostro del amor en cada umbral.
Ya sé que no es casual, haber nacido aquí y ser un poco asi... triste y sentimental. Ya sé que no es casual, que un fueye por los dos, nos cante el funeral para decir... ¡Adiós! Decirte adiós a vos... ya ves, no puede ser. Si siempre y siempre sos, ¡una razón para volver!
Siempre se vuelve a Buenos Aires, a buscar esa manera melancólica de amar... Lo sabe sólo aquel que tuvo que vivir enfermo de nostalgia... ¡Casi a punto de morir!...