Una sola puerta de tres, abierta. Una sola puerta. Enfrente, la montaña.
Pasa la nube inmensa; toda suya... todo suyo. Huracanes de vientos; lluvia andante semiparalela y en todo el monte funerales alegres, naturales, de hojas muertas.
Los cabellos terráqueos danzan todos iguales al son de trompetas invisibles que vienen de los mares.
Llegó el otoño; llegó la muerte... ¡Mas no para todos! Hoy morirán hojas y animales.
Mas no morirán para siempre y, en su transformación de mañana darán con más calor a la tierra, de su muerte, pasado mañana, brotes de espeanza.
Y yo no he muerto. Me alegro de la lluvia y me alegro del viento. Si tengo frío, me caliento; si tengo miedo, ¡Que no lo tengo!, susurro y pienso... y para mañana ya me he comido mi pequeña ración de esperanza.
Una sola puerta de tres, abierta. Una sola puerta inmensa.