La noche es larga y en sus vuelos me conduce a los linderos de lo extraño. A esta casa sin puertas, donde susurran las hojas que otoño acarreó.
Que ahora practican los pasillos cuando el viento araña inquieto en el tejado, suben y bajan la escalera tras los ecos de unos pasos que no son.
SerĂa el haber dejado tantos elementos al designio de la alquimia, que el caminar por los espacios de tu casa siento que se acerca a ti. Y vuelvo a ver abierta esta casa sin puertas a la verde trama hermĂnea que insiste en tejer con su manto enredadera el patio en donde no te vi.
Y las hojas se liberan como páginas de un árbol. Yo elaboro el equilibrio con un ábaco interior, que adivino en los planetas y en los giros de los astros, en la longitud del sueño, y en la latitud del sol. Tu sonrisa es esa ausencia que atesoro para siempre.
Es una casa que ha rodeado un bosque de oro en donde nunca más estás. Donde nunca más estás... Donde nunca más estás.