Una luna llena, de verano, entre el toldo de la parra curiosea el viejo patio, donde se florean, mano a mano, el violín y la guitarra de una fiesta de arrabal. Y al compás cadencioso y marcao, de floreos los pies las baldosas alfombran, y en un rincón hacen guardia a un barril con su plana mayor los del trago “sin fin”.
Recuerda el mortal dichoso que aquellas horas viviera, las lindas farras nocheras del tiempo de las polleras del almidonado percal... Y al ver sus hijos ya mozos y a la patrona plateada, nota la vista empañada, dice: ¡Qué lejos están!...
Riegan las mazurcas de saltitos las baldosas, donde brillan los pintados farolitos; y entre el “pá de catr” y las cuadrillas una polka de la silla regocija a la reunión. Y en un tango dulzón, de mi flor, el flautista hace andar como arañas los dedos; mientras que va declarándose amor la pareja gentil de otro tiempo mejor...