Tus manos, en gesto suave, proclaman tu aristocracia y está en tus ojos la gracia de tu encanto singular; y pongo a tu zapatito, mi corazón como alfombra, cuando mi labio te nombra en sutil cantar...
Helena... digo dulcemente; musicalmente suena mi voz; y es que la noche, en el misterio, tu nombre roba para su salterio: Helena... Dice la arboleda, la brisa leda y el surtidor... Mientras tu nombre gentil, al pasar, deja fragancias de flor...
Lleva, en la fiesta mundana, la elegancia de tu traje la escolta del homenaje de sincera admiración; y mis ojos cautivados te siguen desde la sombra en tanto el labio te nombra con veneración...