La vida es este río que me arrastra en su corriente blando y yacente, lívida imagen, de vuelta ya de todos los nostálgicos paisajes, muerta la fe, marchita la ilusión... Me queda en este río de las sombras, sin riberas, una postrera, dulce palabra, pálida esperanza entre el murmullo: ¡nombre tuyo!... ¡nombre tuyo!... dulce nombre de un amor.
Te llamabas Rosicler, como el primer rayo del día... Y en los lirios de tu piel todo mi ayer se perfumó. Ese ayer que me persigue con su máscara terrible de dolor y de imposible... Ya me voy, rubia mujer, ya nunca más he de volver. Y en el río de las sombras soy la sombra que te nombra, ¡mi Rosicler!...
La vida está detrás, en una playa murmurante, virgen marina, frente al levante, debajo de un revuelo de primeras golondrinas cuyo pregón me oprime el corazón. La vida está detrás, en la palabra luminosa, que era tu nombre de luz y rosa. Esto... que repito entre el murmullo: ¡nombre tuyo!... ¡nombre tuyo!... mientras muero sin amor.