Yo fui tan pobre en un tiempo que mi pobreza lucí como blasón, no tuve techo ni mesa, ni una sola ilusión. ¡Nadie más pobre que yo! Pero no fue la riqueza la que escondiera en mi alma la ambición, yo eché de menos tan sólo, un querer... un leal dulce amor de mujer.
Y por las puertas del rico fastuoso paso en mis noches de hambre y de frío, con el altivo mirar desdeñoso, del que la envidia jamás alojó. Tu solamente supiste mis duelos, bella mujer del camino, a quien mi alma detuvo pidiendo: ¡una limosna por Dios!...
Señora espléndida y noble que mi secreto lenguaje comprendió y que en moneda de amores la limosna me dio. ¡Que pronto al pobre olvidó!... Brotaron yuyos de olvido en los vergeles románticos de ayer. Y yo que un reino he tenido en tus noches de amor, nada tengo otra vez...
Y estoy ahora más pobre que antes, porque ya sé lo que vale la dicha, porque he perdido unos besos amantes porque el recuerdo es un nuevo dolor... Y ya mi pecho que llevo sangrando, dones de amores rechaza, y a los que olvidan se acerca implorando: ¡una limosna por Dios!...