Ya se marcha el retobado corazón que me fue dado. Dijo "Chau..." y se poblaron mis arterias de pañuelos. Silba el tiempo un breve llanto por mi sangre desasida. Me preparo para el límite sencillo de las cosas. Se me va porque es su hora, se me va. No quiero otro.
Fue hace mucho inaugurado y en un patio con malvones destejía a las palomas para oír mensajes hondos. Le quedó de aquellos días el ser ancho y zurdo y triste, y su parte más cachorra sublevada para siempre. Me duró lo que tenía que durar. No quiero otro.
Con su electrocardiograma parecido al de los tangos, tuvo luchas misteriosas que jamás habló conmigo. Corazón que en la tiniebla que por dentro a veces tengo, desplegaba un infinito gallo amargo de pelea. Era el único posible para mí. No quiero otro.
Pero a vos, cómo te quiso, con qué ganas que te quiso. Con que ahínco defendía para vos sus alegrías. Al final, por no olvidarte, se hizo nudos en las venas, y, al partir, lamió a tu sombra su leal tristeza echada. Ah, mi viejo corazón del bravo amor. No quiero otro.
Lo olvidé de tanto en tanto, pero al cabo he comprendido que he vivido, solamente, cada vez que le hice caso. Mal con Dios y con el Diablo se me queda al fin de cuentas; pero queda, así lo creo, mano a mano con la vida. Fue lo único posible para él. No quiero otro.
Cubranló con tres paladas de planeta, en una esquina, que él quería dedicarse, por entero, a ser asfalto. Dejenló volverse piso, que se pudra dignamente, que fermente en calle abierta provocando pavimentos para todo lo que tiene que venir. No quiero otro.