En tu cuaderno, el verso aquél, con faltas, guardó el tesoro del primer amor. Soy el mocoso absorto que en el colegio te amó, mi corazón te llama preso en tus verdes ojos.
El beso torpe y la emoción prohibida, rondar tu casa y no comer y, así, ser más feliz que nadie, más feliz por sufrir, y a escondidas llorar por mí y rezar por vos, Pipermint.
Todo fue descubrir el amor esa vez, padecer y gozar y soñar sin dormir, y reír sin querer y jugar a morir. Pero no, Pipermint, ese amor ¡nunca más!
Quién sabe adónde te llevó la vida, tal vez, mi amor, ni te acordés de mí. Yo guardaré el secreto de lo que hiciste por mí, con los regalos pobres, un fortunón por nuestros.
Y aquel rulito retozón, tan lindo, ni gris ni rubio lo podrás peinar, te lo robé la tarde que te fuiste de allá. Cosas nuestras que todo son y que se nos van, Pipermint.
Otra vez quiero yo prometer y jurar y marearme al sentir el olor de tu piel y vivir otra vez el primer sofocón. Pero no, Pipermint, ese amor ¡nunca más!
Te quise hablar de la niñez perdida, un paraíso que no ha muerto en mí, hoy, cuando hablando solo, soy feliz por creer que a escondidas lloré después y que fue por vos, Pipermint.