He venido a enterrarte con mi pala de saliva, a escupirte la amargura que escondí en el ataúd. En la caja de mis muertos, de mis sentiminetos muertos, de los desamores perros que ladran al cielo azul. Cielo gris como ceniza, no me mates que ahora matan el brillo de tu sonrisa que guardaba en un baúl. Allí busqué tu recuerdo, cualquier pensamiento cuerdo que me ahogue esta locura que me impide ver la luz.
Estribillo: Y mataste mis cien últimas mañanas Cada día que despertaba yo volvía a masticar tierra seca que caía como el plomo de tu olvido. Cucarachas he comido desde el día del altar.
Y quizá no fui tu tipo pero existe otra moneda con las que pagar los versos que me robaste con glamour. Alebosa y a destiempo con tus arsénicos besos que envenenaron mi cuerpo y me quitaron la salud.
Estribillo: Y mataste mis cien últimas mañanas. Cada día que despertaba yo volvía a masticar tierra seca que caía como el plomo de tu olvido. Cucarachas he comido desde el día del altar.
Negocié con la cazaya otras cien noches oscuras. Y busqué en faldas paradas otra joya como tú. Saqué a cenar mi ruina entre jazmines y biancas con las que empaché a mi astío como a un sucio ataúd.
Estribillo: Y mataste mis cien últimas mañanas. Cada día que despertaba yo volvía a masticar tierra seca que caía como el plomo de tu olvido. Cucarachas he comido desde el día del altar.
He besado, ya por fin esta mañana los labios de la venganza cuando volviste a llamar. Las arenas movedizas te llegan por el ombligo. Pagarás con un castigo lo que me hiciste pasar. Las arenas movedizas te llegan por el ombligo. Pagarás con un castigo lo que me hiciste pasar.