NingĂşn hombre lo amĂł. A nadie revelĂł su pasiĂłn y los juegos, el deseo clandestino. No hubo cartas de amor, no hubo dĂa del orgullo. No le devolverán los veranos perdidos. Y Cernuda lo ve suspirar, triste, desde el Parnaso. San Sebastián asaetado reza por tus pecados, llora por ti, no olvida al que sufre en silencio a su oveja perdida.
Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envĂan. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.
Cuando salga de clase, lo volverá a encontrar en el lado salvaje, tras el humo del hash. Él, dulce calavera. Él, corsario de barrio. Ella, dulce muñeca. Ella, seria y formal. Él no escucha el rumor de sus alas si pasa a su lado. Pobre Blancanieves, nuestro prĂncipe prefiere a la madrastra, a la mala del cuento. Él será la manzana donde duerme el veneno.
Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envĂan. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.
Caminando hacia el sur, tomando la autopista, han abierto un garito, muy cerquita del pueblo, donde hurĂes desnudas venidas de cien mundos celebran cada noche catorce de febrero. Y en la aldea un hombre suspira si el neĂłn se ilumina. No tuvo Eva este Adán, no hubo asiento de atrás, ni caricias, ni cartas perfumadas, no hubo cita en el parque. No hubo chicas de Plan .
Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envĂan. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.