Se levanta muy temprano con todo el día por delante. Y da vueltas por la casa, estorbando en todas partes. Se anuda al fin la corbata, en tiempos tan elegante. Lo mismito que un pincel el viejo se echa a la calle.
Con el pan debajo el brazo visita todos los bares. Tomás, ponnos unos tintos que invito a las amistades. A voces arregla el mundo y a voces, aunque se pase, pontifica de los toros, de la liga y del cante.
"Si las cosas, ya le digo, soplaran con otros aires, y aquella maldita guerra como acabó no acabase, ni aquí estaría yo ahora, ni usted. Y lo más probable es que la tortilla misma la vuelta tendría que darse".
Y suspira con nostalgia de aquel que todo lo sabe. Y una mirada a esa niña, que la edad no mata el hambre. Hoy es día veintiocho y la pensión viene tarde. "A los viejos, ya le digo, lo bailao no nos quita nadie".
Con un vinito en el cuerpo el viejo a su casa se abre. Ella lo espera en la puerta. "Menudo cuerpo me traes". Comen los dos en silencio. De vez en cuando una frase rompe las cuatro paredes. "¿Decías algo?¿Me hablaste?".
Son tantos años de oírse que no saben escucharse. "¿Sabes algo de los chicos?" "El mayor llamó ayer tarde". Pasan el tiempo en silencio. Después de comer no salen. Luego cenan y ven tele un ratito y a acostarse.
Si las cosas, es verdad, soplaran con otros aires. Si la sombra del olvido con el tiempo no arrastrase recuerdos que en este otoño dejan huérfano el paisaje, otro gallo cantaría, quizá no sería tan tarde.
Y suspira con nostalgia de aquel que todo lo sabe. Y una mirada a esa niña, que la edad no mata el hambre. Hoy es día veintiocho y la pensión viene tarde A los viejos, ya le digo, lo bailao no nos quita nadie.