Todo es frágil: tu costumbre de amarme, mi fe, el silencio y la vida que duerme en un vagón de tren. Tu contrato fugaz, la memoria, este hilo de voz, las quimeras que surcan estrechos y este corazón que persigue tu rastro en la alfombra de la habitación.
No es tan frágil el trueno del fúsil, el temor a perderme tus dulces mañanas, tanto dolor. La memoria del banco, el aroma de aceite en el mar, las fronteras de acero para hombres, humo para el capital que regula espejismos y ordena tu necesidad.
Es tan frágil el abrazo del mundo y su paz, la promesa desde la tribuna y su empeño por perdurar. Soberbio y resistente es el grito del miedo anunciando el final y la noche que escupen al cielo tantas chimeneas, los disparos de nieve, el rugido de las bayonetas.