La arena de los relojes hizo crecer el desierto. No digas que aquí hay silencio, podrás decir que no oyes.
A los campos de Tinduf no llega ese rumor de espuma que el viento mecía en la duna en que te amé una noche azul.
La piel de tu dromedario me abriga como tus besos y arropa el llanto del preso aquel que te recuerda a diario.
Un hombre espera en el desierto a que se tiña de gris el cielo, a que me ames en hasanía, a que devuelvan la melodía que le robaron al viento. La arena de los relojes hizo crecer el desierto.
Si nos asalta la noche fria déjame pasarla en tu haima. Si la arena se levanta, mejor, así pasaré a tu lado más días.
Desde los acantilados de Bojador cantan las olas: "basta ya de derrotas". El hombre del desierto esperó demasiado.
Un hombre espera en el desierto a que se tiña de gris el cielo, a que me ames en hasanía a que devuelvan la melodía que le robaron al viento. La arena de los relojes hizo crecer el desierto.