Como tantas madrugadas encerrados en un coche, en una calle sin luz, una calle sin nombre, los dos frente a frente se miran despacio tras dedicarse al amor y su trabajo. Secan su sudor, secan su sudor, tal como han aprendido, no han olvidado. Él piensa, ya nada es como antes, la vida debe estar en otra parte, donde no la divisa, porque ella le ciega, con cárceles de oro, con amor sin tregua Ya nunca volverán, ya nunca volverán, ya nunca volverán a hacer nada por vez primera.
Él le regala unas manos llenas de mentira, ya no le parece tan bello el cuerpo que acaricia, ayer eclipse de sol eran sus pupilas, hoy son lagunas negras donde el mal se hacina. Que pena me da, que pena me da, que pena me da todo se termina. Ella ya no ama sus vicios, le busca en los ojos, pasa un ángel volando, y se encuentra con otro. Ayer sus dos brazos eran fuertes ramas donde guarecerse, hoy son cuerdas que atan.
Que pena me da, que pena me da, que pena me da, todo se acaba.