La Zona Cero está en el alma de occidente, cerca del corazón, en un solar de Manhattan. Cayeron los gigantes. Lágrimas de septiembre. Lágrimas de carne y metal. El planeta contuvo la respiración.
Los hijos del ocaso se armaron en respuesta. Que pena que no sepas repartir tu piedad. También que cada herida en la piel de este planeta es una Zona Cero que llorar. Y abres otra herida repitiendo el mismo error.
La Zona Cero sangra en la ruinas de Kabul. Una boca sin dientes sonríe bajo un burka. La Zona Cero extiende sus manchas hacia el sur. Y no hay septiembres ni lamentos para esta tierra agujereada por el fuego.
Rodeado de alambradas, muy cerca de Belén, En plena Zona Cero nació el hijo de un dios. Los olivos se secan y Palestina ve como bajo los escombros duermen palomas que se esconden del invierno.
Y ahora tú, mi amor, pequeña gran superpotencia despiértame y dime que las cosas va a marchar bien. Que sembrarás de flores toda la ciudad. Que me harás temblar. Y ahora ven, mi amor, salgamos a la calle bien temprano para gritar que en nuestro nombre nunca deberán cortar las manos que sembraron, que dieron calor. Y si es en su nombre, yo maldigo a dios.
Desde un hotel contempla la bella Scherezade, cegada por las llamas, las calles de Bagdagd. Las mujeres se esconden del lobo en Ciudad Juárez. Y en un semáforo de Río de Janeiro los niños comen plomo y papel de celofán.
En África la Zona Cero hincha los vientres y llenará sus camas de sombras y delirios. Un indio en una selva hoy sueña con serpientes. Y en un café de Grozni los más viejos lloran por la calma que no volverá.
Y ahora tu, mi amor, pequeña gran superpotencia despiértame y dime que las cosas va a marchar bien. Que sembrarás de flores toda la ciudad. Que me harás temblar. Y ahora ven, mi amor, salgamos a la calle bien temprano para gritar que en nuestro nombre nunca deberán cortar las manos que sembraron, que dieron calor. Y si es en su nombre, yo maldigo a dios.