Desde luego, hoy no ha sido un buen día mi psicoanalista se ha suicidado su mujer me ha telefoneado para avisarme “¡pero cómo ha podido hacerme eso a mi!... ¡no se lo podré perdonar nunca!” He estado durante una hora escuchándole Y es que era eso lo que necesitaba, desahogarse con alguien le he dicho que no se sintiera culpable que la vida trae estas cosas que su marido al no poderle ofrecer la felicidad había tomado esa desgraciada decisión de quitarse de en medio para que ella quedara libre. En resumen, que lo había hecho por amor. Que estaba bien claro para el que lo quisiera ver. Y al final se ha quedado más tranquila y me ha confesado agradecida que mis palabras le han ayudado mucho quedando, de paso, para otra ocasión.
Y es que se merecen lo mejor las pobres mujeres de los psicoanalistas que se suicidan.
Yo mismo, aunque cansado, me he quedado satisfecho. Gracias al psicoanalista al menos este día ha tenido su sentido. No vivo en vano, y, por otra parte, ¿quién es del todo feliz? ¿Quién lo tiene todo en la vida? Seguro que todo el mundo tiene algo; no sé, alguna carencia, algún pesar oculto... Pero tanto hablar y hablar, al final se me ha ido la cabeza “¡Qué raro!” diría mi difunta madre, la pobre, hace tiempo que se marchó al otro mundo. ¡Qué cabeza tengo! Se me ha olvidado que debo buscar un nuevo psicoanalista. Y con él será ya el cuarto este año, venga que cambiar de psicoanalista...