Me habría gustado estar despierto aquella mañana que con un vestido verde entre unos trigales él llegó. Llegaba silbando, como un niño. Tenía llenas de pájaros las manos y cielo arriba los iba esparciendo. Le rodeaban las abejas. Llevaba un sombrero de amapolas y en la bandolera me traía la primavera el veinte de marzo. Me habría gustado estar despierto o haber dejado los balcones abiertos y en mi sueño intuir cómo..., tejas y ramas se llenan de nidos y la piedra seca vuelve a mojarse en el río y el grito agudo de una perdiz. Y del conejo una mirada y oler la madrugada que en la bandolera nos trajo la primavera el veinte de marzo. Me habría gustado estar despierto. Yacer sobre una piedra como un lagarto, con la panza al sol y con una flauta, y haber salido a recibirle como se merece y adornar con flores de papel los portales como si fuera tiempo de carnaval. Pero aquella mañana yo dormía tranquilo, porque no sabía que en la bandolera me traía la primavera el veinte de marzo.