Los zapatos agujereados, la ropa llena de polvo, y en la boca temblorosa siempre lleva un canto muy dulce. El país por el que camina no es otro que su país. Y el vino con el que moja su garganta no es otro que su vino. No era extraño en ningún rincón. Ya era viejo el trovador. Cantó para princesas en grandes palacios deslumbrantes. Ha saltado muros, ha abierto puertas cerradas con doble llave, cuando tenía la voz clara como la piel de sus amores, cuando, por la noche, le cubrían sábanas blancas bordadas con flores. Las flores ya han perdido su olor. Ya era viejo el trovador. Hoy ha cambiado de alcobas. Ahora que ha perdido las llaves, una choza de adobes le parece todo un palacio donde su canción se eleva por un plato y un vaso de vino. Pastoras y taberneras son sus flores de noche. Todo se deshoja en otoño. Ya era viejo el trovador. Y mañana, cuando salga el sol ha de seguir su camino. Llegará a otro pueblo y se irá de allí con los zapatos agujereados, la ropa llena de polvo, y en la boca temblorosa se llevará su canto tan dulce.