La vida te la dan pero no te la regalan. La vida se paga por más que te pene. Así ha sido desde que Dios echó al hombre del Edén, por confundir lo que está bien con lo que le conviene. Si a plazos o al contado la vida pasa factura, rebaña y apura hasta las migajas. Que si en cada alegría hay una amargura, todo infortunio esconde alguna ventaja. Bienaventurados los necios que se arriesgan a prestar consejos porque serán sabios a costa de los errores ajenos. Bienaventurados los pobres porque saben, con certeza, que no ha de quererles nadie por sus riquezas. Bienaventurados los adictos a emociones fuertes porque corren buenos tiempos para la gente marchosa. Bienaventurados los dueños del poder y la gloria porque pueden informarnos de qué va la cosa. Bienaventurados los que alcanzan la cima porque será cuesta abajo el resto del camino. Bienaventurados los que catan el fracaso porque reconocerán a sus amigos. En cualquier circunstancia por lastimosa que sea, busca la manera de comer perdices; que a pesar de lo alto que nos coloquen el listón, hay que brincar con la intención de ser felices. Bienaventurados los castos porque tienen la gracia divina y la ocasión de dejar de serlo a la vuelta de la esquina. Bienaventurados los que aman porque tienen a su alcance más de un cincuenta por ciento de un gran romance. Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando. Bienaventurados los que presumen de sus redaños porque tendrán ocasiones para demostrarlo. Bienaventurados los que contrajeron deudas porque alguna vez alguien hizo algo por ellos. Bienaventurados los que lo tienen claro porque de ellos es el reino de los ciegos.