De cuando estuve loco aún conservo el carné de majara en la cartera, un plano detallado del infierno, un cielo con pirañas y goteras, un prontuario en la comisaría, un frasco con pastillas de colores, la carta con la que te despedías, remedios varios contra el mal de amores. Ahora voy rumbo al sur a sentar plaza desdeñando otros puntos cardinales y el Sol encarcelado en la terraza. Voy rumbo al sur buscando tus besos espirales. Atrás dejo kilómetros de afueras, aire por respirar, luces en rojo. Hacia donde señalan tus pezones voy a toda pastilla dando gas a la moto. De cuando estuve loco aún conservo un par de gramos de delirio en rama, por si atacan con su razón los cuerdos y un viento fuerza seis de tramontana; el vicio de escribir por las paredes pareados de amor, y la manía de buscarte entre todas las mujeres que en horas bajas me hacen compañía. Cuando rozo tus pétalos, nenúfar que sobrevive en aguas estancadas saltan chispas, los cables se me cruzan, se me sube el mercurio y me salta la alarma. Mono de ti que me obliga a llevarte en sobres rojos, liofilizada, para tomarte cuando me apeteces a sorbos cortos donde duele la madrugada. Te escribo desde un área de servicio donde sólo me ofrecen gasolina. Puedes llamarme a cobro revertido desde la caracola de la esquina.