Siempre por la mañana, hiciera sol o lloviese, a pesar del frío y de la niebla, de calle en calle, oíamos gritar: «¡Mujeres, que llega el trapero!» Como cada mañana te veíamos llegar... Llevabas un saco a la espalda, un puro apagado, un traje roto, la boina y las alpargatas. Siempre te seguía un rebaño de críos. Eras toda una atracción. Tú, tu saco y la canción... Soy el trapero, compro botellas y papel, compro trapos y ropa sucia, paraguas y muebles viejos... Soy el trapero, iban cantando los chavales. «Ya me estáis jorobando demasiado. ¿No os ha dicho vuestra madre que yo soy el hombre del saco?» Y así hasta la noche, de calle en calle, y de taberna en taberna. Con tus papeles y el cuerpo lleno de vino regresarás a tu casa. Regresas feliz, porque todo lo has comprado: pescado, vino y una vela. Y un poco de amor que te ha debido dar alguna furcia vieja. No tienes nunca tiempo para pensar. A dormir. Sopla la vela. Y mañana, a volver al mundo tú, tu saco y la canción... Soy el trapero, compro botellas y papeles, compro trapos y ropa sucia, paraguas y muebles viejos... Soy el trapero, los niños siguen cantando. «Ya me estáis jorobando demasiado. ¿No os ha dicho vuestra madre que yo soy el hombre del saco?»