Todo el secreto de un infalible filtro de amor se esconde en una íntima prenda recién usada. Consiga una de la persona seleccionada. Si puede hacerlo personalmente, mucho mejor. Córtela a tiras para que vaya soltando el jugo, y en lugar seco, lejos del gato, sin darle el sol, déjela un mes macerándose con menta y alcohol y olvídese de las rogativas y los conjuros. Y en tanto pasan los días, interminables, acósela con su proverbial galantería. Mándele flores varias veces al día y propóngale que le presente a sus padres. Y si aun así persiste en su negativa actitud sazone el íntimo elixir con borra del ombligo y a fuego lento, con leña de flechas de Cupido póngalo a hervir y deje que vaya haciendo chup-chup. Antes, aparte, se ha preparado una picada con las más bellas frases de amor escritas jamás, una pizca del polvo de una estrella fugaz y el pétalo de una rosa recién decapitada. Añádala con los primeros hervores previamente disuelta en agua de nieve. Remueva el fondo para que no se pegue y se derritan las dudas y los temores. Y cuando vea que el jugo se torna del color de aquellos ojos que le deslumbran cuando sonríen, retírelo de la lumbre y déjelo que se enfríe un par de horas y páselo por el colador. Mezcle un cuartillo del néctar en un litro de absenta y en una copa transparente de cristal, solo o con hielo, según el gusto de cada cual, sírvase a una persona cándida y predispuesta. Y si acaso le fallara este bebedizo, haga la prueba con materias tangibles. Cubrirla de brillantes o montarle un piso son buenos ingredientes para infalibles filtros de amor.