Se acabaron los otarios que en otros tiempos había, los muchachos de hoy en día no son giles, al contrario. Se acabaron los otarios, que los salgan a buscar con linterna y con candiles que, aunque tengan quince abriles, no los podrán encontrar. Con que al campo a cachar giles, con sus gracias juveniles que aquí no van a cachar.
¡Qué hacés, qué hacés, Ninón, no te hagas la ilusión de un buen apartamento, alhajas y un Renault! ¡Cuidado al metejón que hoy todo ya cambió, detrás de cada otario se esconde un gigoló!
Y vos también, Germén, sacáte ese beguén, no tengas pretensiones de voiturette y Citroën. He visto más de cien que andaban en gran tren y hoy día no le fían tan sólo un votacén.
Ya no quedan más otarios, de aquellos con linda estampa, hoy son otarios con trampa y ranunes temerarios. Ya no quedan más otarios y, al que finja un metejón, les aconsejo cuidado, porque está tan disfrazado que uno dice y con razón: ¡La cara que Dios le ha dado!... Este es un caso clavado que es manguera y tiburón.